EEditorial tanimara 43.
La Coyuntura nacional avizora la polémica nacional sobre las elecciones
para presidente y Congreso de la República, el próximo año 2022. Se ventilan
propuestas, alianzas, señalamientos y vaticinios. Los precandidatos de la Coalición
de la Esperanza, la Coalición de la Experiencia y el Centro Democrático, están
desesperados porque están abajo en las encuestas y desprestigiados en su
mayoría, no quieren el cambio, sino continuismo de la clase política con su
maquinaria -así se dibujen de centro-. La mayoría de la gente quiere renovación
de los actores políticos, nuevo modelo económico, nuevas costumbres, eliminación
de la corrupción, la politiquería y el clientelismo; independencia y autonomía
de los organismos de control como: la procuraduría, la contraloría, la fiscalía
y el defensor del pueblo. Tanto adultos como en jóvenes en el pasado Paro Nacional
de protesta ciudadana, manifestaron que no hay oportunidades claras de empleo,
aumento de la pobreza ocasionada por la pandemia, no hay recursos para invertir
en empresas Mypimes y, los jueves plantearon que estaban cansados e indignados,
de hacer una carrera profesional y no encontrar empleo y además, son
perseguidos por la fuerza pública y los grupos ilegales.
Están preocupados también, porque en las próximas elecciones existirán
una serie de cuestionamiento al Gobierno Nacional y a integrantes de la clase
política tradicional, implicados en procesos judiciales y en comportamientos excluyentes,
con sus actos de gobierno y medidas antipopulares, hacia la clase media y
popular. Ya no podrán utilizar el miedo
para asustar y manipular al votante con el castro chavismo, el ciudadano tomó
conciencia de su situación social y cambiará el rumbo en las urnas electorales.
Es urgente el cambio del modelo Neoliberal por un modelo alternativo que
amplié la capacidad de inversión social del estado, en educación salud y
empleo. Veamos algunos apuntes sobre el modelo económico neoliberal.
“El neoliberalismo no es sollamarme un modelo económico, sino también
una concepción autoritaria del manejo del poder, una visión minimalista del
cambio social y la adscripción a una ética transaccional donde los intereses
priman sobre los valores que se negocian como si fueran mercancías. Así, en
aras de la efectividad del propio modelo, se sacrifican presupuestos éticos
como la solidaridad social y la soberanía de los Estados. La globalización
produce costos sociales que afectan la gobernabilidad. Si la dependencia y su
superación fueron el eje de articulación del proyecto político de Raúl Prebisch
en los años 1950, la igualdad se debe convertir en la columna vertebral de
cualquier diseño alternativo para el siglo XXI. Competitividad para la equidad,
equidad para la gobernabilidad y gobernabilidad para la globalización”. Ernesto
Samper, Grito latinoamericano.
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